los pasos de ulloa. lentos, perplejos, ah, y con zapatos rojos. detallito. por coyoacán, tacuba, san ángel, la alameda, bellas artes (... ¿y eso, por qué tanta gente? ... se murió cantinflas... se murió el rey, mi reina...), reforma, la condesa, polanco, zócalo, la calzada de los muertos, ruinas que no lo son por ser la esencia ceniza de todos, nosotros y los otros... y en cada paso, siempre el de pronto... a la banqueta, gordita... aquel eco hueco del taxista en su pildorita verde vw, regañándome con su cadencia cantinflesca, ya que yo, confiada y a lo descarado sinuosa iba cogiéndome la calle tacuba para mí entera porque la acera llena, tan llena, llenísima... más de 20 años después regreso, aún fuera de mí y tal vez hasta más que entonces --porque qué soy si no lo que siempre he sido: esta diluida presencia filtrada por otras, estas palabras que se evaporan sin tinta, la carne que debe escaparse de su sombra para ser proyección del futuro que nunca llega-- y así, más distraída, engullida en memorias desechadas, se me mueve el piso... gesto leve que ni apenas, sin alerta, un instante. ay, no hace falta que tiembles ante mi presencia, susurro al monstruo, pero tal vez ni fuera temblor, mas bien yo dubitativa y descreída de estar en mis alrededores, la quietud de un momento que de pronto silencio y luego risas. pasó. como siempre pasa. pasó lo que tenía que pasar. el triste, dicen todos que soy...
apenas nada ha cambiado, del monstruo, o tal vez todo. me cuestiono si soy yo quien he intentado olvidarlo, y resurgen respuestas entre tantos fragmentos, por así decirlo... esas supersticiones de momentos idos...
SIGUE
se dice, dicen ellos, el eco de los que saben... ese enunciado firme y educado de que uno nunca debe regresar a los lugares donde pensó ser feliz, sabiéndolo --la felicidad-- hecho incompatible por creerlo duradero por solo imaginárselo tal vez cierto y porque la felicidad, lujo efímero que ni táctil ni sólido, es siempre gas tóxico. por esa razón me fui huyendo tantas veces de lugares, pensando que así no me dolería la felicidad perdida porque... hasta la golondrina emigró... yo bien sé entonces lo hiriente del regresar --al residuo del gas tóxico que dejó lo efímero de creerse tal embuste-- y saberse ajeno y trasladado del pasado al presente siempre en futuro, como dicen, ellos. pero a veces, sísísí, se debe regresar a momentos y lugares en que todo era infelicidad, parcialmente porque entonces no se deseaba reconocerlo, acción tan similar al arduo esfuerzo de vivir del cuento, sin creerlo, de pura ficción que era la vida, entonces, por ser gas tóxico también, de calibre más falaz por invisible y nunca efímero, el gas de la infelicidad... que se queda oculto en rastros incomprensibles... presagiando el final... de lo que sin duda nunca debió tener inicio.
por eso el DF, hace décadas, fue para mí capítulo de hojas sueltas de ficción surrealista, tal vez hasta masoquista entre múltiples narrativas de novela negra tirando a gris, porque siempre... se tiñen los colores de gris... así, mis pasadas vivencias confusas, siniestras y mórbidas, intrínseca mi capacidad de ser y no ser, siempre siéndolo... el triste, dicen todos que soy... entonces, nada de lo turbio que me sucedía lo supe hecho ni realidad --como uno insiste imaginar la felicidd, su antónimo-- acaparando el murmullo de infelicidad entre las numerosas mentiras saliendo a flote. sin embargo, en ello dejé el intento de incorporarlo a una realidad que aun incierta, era la mía. tal vez quise hundirme hasta ver cuánto abarcaba mi "pain threshold". ah, y qué terca locura poner a prueba el umbral de mi dolor, pensar que el círculo de terror se cerraba y cicatrizaba, al fin, toda esa capacidad de sentir, y ponerme yo en medio del DF. porque hasta eso... de todos los lugares malditos, elegir aquel. otro complicado gesto de locura llevar a cabo acciones que por incuestionables nunca se saben si fueron verdad y luego, total confusión con lo pasajero que queda, tanto inútil significado en los residuos y cenizas de volcanes inactivos que escupen cuando suspiran. y aterrorizan. y cómo saberlo mejor que en medio del Popocatépetl e Iztaccíhuatl, sobre todas las impresionantes huellas erguidas de Teotihuacán, ahora ya retrazadas en el olvido bajo mis zapatos rojos, limpios y brillantes al principio, desteñidos al final... como todo lo demás. porque la valentía de pisar donde ya pisaste e irte, dejarlo todo atrás, rasgando el enigma de la infelicidad, y admitir, al fin que porque estemos entre arsonistas y bomberos, no nos vamos a pisar la manguera...
la cdMX, cuando era el DF y sus taxis eran verdes chíngameLApupila, era más sucia que hoy, pero igual de gigante monstruo intrigante y tembloroso de vida... hermosa en su traslación del masculino al femenino, dado los tiempos que corren, fluidos y líquidos de sexualidad incolora e inodora. qué ciudad, y qué certeza de serlo. sin titubear cada día más grande-enorme-super, sin exclamaciones pero con admiración. qué gente, qué maravilla. uno se siente pequeño ante tanta historia, ante tanta risa del inigualable mexicano desprecio por la vida que va siempre abrazada a la muerte. vivir en un lugar así es de valientes, de los meros-meros: todo lo demás es babalógica. porque cdMX, capital del mundo, y a un lado nyc y sus poses, sus capas, su mierda ilusa. cdMX es la más grumosa, áspera cara de una moneda lisa y plateada, verde y gris, artística y cruda, valiosa por lo mestizo profundo, por la oscuridad de los ojos con toda luz de claridad humana, por la música errante, los ambulantes delirios, la glotonería picante del paladar, la capa de ozono a punto de reventar. todo, todo un mundo de humanidad exagerada, sudores gruesos, languideces superimpuestas a medida que uno, yo, con zapatos rojos, avanza, camina, la recorre y la acaricia. por la banqueta, gordita.
la chilanga me reprocha haberme demorado tanto en regresar. y yo también, tal vez. yo que me lo reprocho todo siempre con la intención de no culpar a nadie más que no sea esta espesa capa de carne que me cubre y envejece, se deteriora conmigo, murmulla quejas y absorbe vida. todo a su tiempo, le contesto, a su debido tiempo. y ella sonríe, con su inflada cachaza y ojitos chinos y ese acento de mevalemadrelavida, tan calmante, tan rico. y pos... ¿qué comemos hoy... tlacoyos o quesadillas, sopes o tacos, mole de oaxaca o de puebla? ¿pica o no pica? si pica porque no pica mejor que pique y salpique, tanta vida, mis zapatos rojos y yo dentro, muy dentro... y, una y otra vez... qué triste fue decirnos adiós...
2 comments:
contigo seria una belleza hasta Calcuta jjj
jj, calcuta? pordió, nena... probemos primero en cg, venga.
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