mi ciudad fría y vacía, gris y mojada en días feriados, las calles abiertas. se lo dije al llegar. quiero salir, me urge recorrerla. salimos. la ciudad fría y vacía. casi. gris de concreto y neblina. lake-effect everything. hermosa en su quietud, apenas gente. manejo de oeste a este, al sur luego norte, por la orilla del lago verde claro con un ribete blanco en el horizonte que tanto engaña, queriéndose hacer pasar por mar. desde temprano dimos vueltas, adueñándonos de su amplitud, su generosidad arquitectónica. es una maravilla la ciudad sin apenas ruido, monumento urbano, escultura exterior de esta humanidad que ha de ser siempre cavernícola. quiero verla, sentirla mía un rato, le dije a eLLa al llegar. la he extrañado, mi ciudad, que no es mía como tampoco lo es mi ciudad-ella, aquella del mar y sol con chabolas de lujo por doquier. y palmas, lo verde y de las flores tanto color. sí, existe una fuerte atracción, confieso. el deseo de las mujeres desmangadas, esbeltas caminando por los senderos donde yo me siento a verlas pasar, frente al mar, siempre pensando en otro lugar. mi ciudad, brutal y helada. mi ciudad real y leal, que me recibe una y otra vez. a pesar de que le soy infiel con la otra, la del vinilo que se ablanda poco a poco bajo el sol. cediendo. y esta la ciudad fría y vacía. casi. gris de concreto y neblina. lake-effect everything. hermosa en su quietud...
como a mí, recorrerme un rato, contestó eLLa y sonrió. casi, le digo. y la abrazo. eLLa que ya quiere a mi ciudad tanto o más que yo, y a veces se la sabe mejor que yo, tan distraída en el vaivén entre las dos, ciudades, que se me fugan las imágenes en el intento de acumularlas. ese edificio es nuevo, y ése, digo. qué había ahí antes, le pregunto. y entonces, cuando me lo dice, veo sólo lo que había aun antes. como si mi mente fuera un archivo de las últimas tres décadas del siglo veinte, desde que la gran bifurcación me trajera aquí. a mi ciudad de los amplios hombros y frío cruel. así, estuvimos horas dando vueltas. y vueltas. sabes, le digo, cuando regresé de nuevayork, hace tanto ya, esta ciudad había cambiado de tal manera en apenas tres años, que me perdía. a veces me frustraba no saber ubicarme y me sentía ajena. y la insultaba. tú, tú también movingOn, claro. pero se me fue amoldando, otra vez, sigilosa hasta que su abrazo de acero y concreto me apretó de nuevo, y de nuevo otro escape tras el measfixio.
y caíste en medio de todo un continente, patas pa'rriba. pero volviste, otra vez volviste, dice eLLa mirando hacia fuera y su cuello de cisne tenso, su voz tenue, su mano en mi muslo. me parece mentira que estés aquí. y a mí, alucinación y pesadilla, entre todo lo demás. y me acaricia la rodilla y volamos por el LSD rumbo a ningún lugar. voy, recorro esta mi ciudad, tan hermosa y amplia, llena de recovecos y voces y acentos varios, sus capas y capas de humanidad, maloliente y tibia, y me veo y reconozco. es mi espejo, me refleja adolescente, joven inquieta y fresca. bella ella cambiante febril de sus calles eternas y lozana y hermosa yo, mortal e ignorándolo, amándonos tanto por sus rincones polvorientos yo en derroche de curiosidad y anhelos de urbanidad reconstruida, una y otra vez.
y nunca, entonces, por qué nunca logro reconocerme, en el espejo de mi gente, cuando deambulo ausente por mi ciudad-ella, la otra, aspirando el salitre que es su aceite. por qué no me veo, ni la veo, ni cara a cara nos vemos, ella hundiéndose en el mar. y yo anhelando el mar siempre el mar. y apenas ya tengo que volver y el miedo me espanta. esta vida en hiato, colgada de otra vida, esperando de la tragedia su final sin anhelarlo. miro de reojo mi ciudad, fría, mía. se me afloja todo lo que eLLa me aguanta. me abraza, frente al lago helado. ya será otra vez primavera, pronto, ya verás.