por hablar hablar, hablemos.
con saliva fresca que se regenera entre diptongo y bacteria, hablemos. pero no mencionemos lo que nos duele tanto hablar, los hiatos. porque hablar hablar, siempre hablamos. cuchicheamos reproches con práctica. expertos y ligeros mentimos sin pudor con metáforas y aliteraciones... el ruido con que rueda el ronco rumor de voces rasposas rajadas y rotas ... al fin son blancas mentiras para evitar el hedor de peores onomatopeyas. pum. crash. catapum. o exageradas mentiras negras en rima. o rojas, sangradas al margen, olvidadas como apartes, comentarios nulos... y hablamos. siempre cuando llega la primavera. luego en medio del verano masticando cubitos de hielo. sin falta (ortográfica) pateamos con furia las hojas del otoño entre las palabras editadas de tajo al suelo. ajenos de desdén conversamos resbalando en la nieve del invierno sobre conjunciones congeladas sin poder ejercer. entonces platicamos charlamos movemos la lengua enunciamos. afirmamos hoy lo que ayer no se pudo y guardamos para el futuro lo que hoy ya no se puede. decir. o sea, hablamos, siempre hablamos. analizamos la crisis. la monetaria. la guerrillera. la social económica. de todas criticamos la debilidad que nos sobra para nunca hablar de la nuestra. la crisis muerta. esa preposición quieta en base antes y después. crisis al fin. por eso hablamos por costumbre. por deber. sin pena. por cordialidad. sin molestia. embellecemos el diálogo con comillas superpuestas. con exclamaciones de ojos ásperos. con interrogaciones de labios mudos. por hablar hablar, siempre hablamos. bla ble bli blo blu, me oíste. sí, bla, bla, bla, te escucho. mucho blabear, pero al fin nunca decimos nada que se pueda hablar de verdad.
texto © sonomataumo