
pero lo que quiero destacar de mi tío Santo es que fue un borracho que se pasó su juventud en la cárcel, a intervalos desde 1965 hasta que lo echaron de Cuba tachado de "escoria" durante el éxodo del Mariel, en 1980, porque con cada trago de ron o aguardiente que se daba se cagaba en Fidel, en su revolución y en la madre de cualquier Castro que anduviera cerca.
de niña lo vi hacerlo un montón de veces. confieso que me daba risa porque tío Santo era como un niño, por ser bajito y tener un leve retraso mental. cuando estaba sobrio era tímido y tierno con sus sobrinos, y se la pasaba sacudiendo los bolsillos de sus pantalones, donde siempre llevaba kilos que nos repartía con goce en sus ojitos azulados. recuerdo que cuando entraba por la casa y me veía en el patio me gritaba: "ven acá, mi sobrina.... ¡mira como tengo kilos!" y nos poníamos a contar kilos sobre el buró, riéndonos como dos felices banqueritos capitalistas.
pero cuando bebía, se convertía en un enano bruto y grosero, y lo que más lo sacaba de quicio era la falta de comida que ya se vivía en Cuba a mediados de la década de 1960. cuando mi madre u otra tía (sobretodo la que fue presidenta del CDR y murió en Miami, alimentada y cuidada su salud por el gobierno estadounidense) le servía un plato de comida, en medio de una de sus borracheras y con la intención de llenarlo para que se durmiera, Santo lo probaba y acto seguido se lanzaba a la calle a gritar que la comida que daban por la libreta era una mierda, que él quería comer queso, jamón y chorizo. y ahí empezaba la retahíla de insultos a Fidel, que iba aumentando en calidad y color a medida que Santo desataba su furia.
mi familia se fue de Cuba rumbo a España en el 68. mi madre siguió ayudando a sus hermanos todos, simpatizantes o no al gobierno impuesto, de igual manera y cómo pudiera. eran épocas en que las cartas nunca llegaban, en que apenas se podía llamar por teléfono, en que ni se podía pensar en ir a visitar la familia, jamás, ya no sólo no había vía, sino que las familias se dividían por la política de manera drástica y amarga. para mi madre lo que importaba era que eran sus hermanos, y no le importaba si algunos eran del partido, de la UJC o del CDR. lloró igual cuando uno murió en un accidente recién llegado de Angola que cuando otro se resbaló en el baño. pero mi madre nunca se esperaba lo que pasó en 1980, cuando trabajando de voluntaria en Cayo Hueso durante el éxodo del Mariel la llamaron a un lado. una señora le preguntó su apellido de soltera y miró una lista. con el índice señaló un nombre y se lo mostró a mi madre. ella se tapó la boca, ahogando el grito de alegría y asombro: ¡Santito está en Miami!
y allí murió a mediados de los 90.
