Armengol, en su Cuaderno de Cuba sobre el aRtfFaire Bruguera y su cubidespués...
Controlar a los intelectuales ha sido uno de los mayores esfuerzos del régimen cubano. También uno de sus fracasos más manifiestos. La última oleada represiva, desatada el día en que la artista Tania Bruguera había anunciado colocar un micrófono en la Plaza de la Revolución para que todo el que quisiera expresara su opinión sobre el futuro del país, no es otra cosa que el capítulo más reciente de esa batalla con treguas entre los hermanos Castro y los escritores y artistas, que se inició el 1ro. de enero de 1959.
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No se trata de hacer un llamado a comportarse como héroes. El heroísmo es casi siempre una salida desesperada ante la mediocridad y la estulticia, pero un gesto condenado a consumirse en su propio esplendor, casi siempre incapaz de transformar de forma duradera la vida cotidiana del país, salvo en el reino de lo anhelado y ausente. Pero al mismo tiempo existe una tendencia histórica en la nación, definida por una actitud intelectual y antidogmática, que desde los primeros afanes independentistas hasta hoy siempre ha propuesto la creación de un país libre. Una tradición que no puede olvidarse. Está en juego la dignidad cultural cubana.