ojalá fuera morado como aquel de varadero, pienso. y cierro los ojos. era yo una niña gordita con sandalias rusas huyéndole a la impuesta siesta. hermosa y traviesa, escapada a comprar un coquito acaramelado al negro que los vendía debajo del framboyán morado. en varadero y su arena blanca. yo feliz y hermosa, seria con espejuelitos. ligera y libre como una mariposa saboreando un coquito. con gula de vida. hambre y deseo en cada mordida. yo huída y perdida de todos. de ellos, mi gente, durmiendo la siesta. yo dueña de mis pasos, los-pasos-de-ulloa, pisando flores de framboyán caídas. flores muertas en una imagen tan viva. yo maravilla dulce de coco hasta llegar al mar. encontrada con su hermosura superior a la mía. yo una hermosa gordita libre con todaunavida debajo de mis sandalias rusas. qué ímpetu de azul clavado para siempre entre mis ojos, el mar. y los abro y estoy aquí, con un puñado de muerte en cada mano y el cielo nublado. y ellos, mi gente... ¿dónde están? los quiero ayudar, susurro, pero es otra lengua la que de mí se evapora en jerigonza y me miro y no tengo manos. y me miro otra vez pero no con mis ojos. de quién. y truena. y empieza a llover. otra vez. y lloro al compás de la lluvia, con furia, míasólomía, pero ¿con los ojos de quién, entonces, de quién?
10.05.2014
aLmar
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