
hoy, en tumiamiblog, un texto de © om ulloa
un aguacero me sorprende casi frente a un café en la milla de los milagros del sur. aunque anunciado por la excesiva humedad y nubarrones, los borbotones de agua son repentinos y hasta milagrosos —dado el lugar— en ráfagas de gotones abiertos. apenas atino a refugiarme bajo un toldo aceptando que ya, voy a llegar tarde a todas partes donde tanto no me esperan a partir de esta impuesta pausa. tremendo milagro ese, yo llegar tarde si siempre ando anticipándome al tiempo, tarea laboriosa y molesta destinada al fracaso. la precipitación acuática, nunca mejor dicho, continúa alucinante y tropical en su fresca furia de cortina vitral escoba que barre escombros, peluquines y trajes Gucci por igual. sal pica sal pica y bah, ya tengo los zapatos empapados, qué más da la cabeza… y la saco justo bajo el chorrito que cae de un pliegue del toldo. a mi izquierda dos hombres ya maduros y barrigones hablan en apurada jerga cubana sobre una “tipa” que sólo sirve para pasar una “noche de tragos”, conocimiento común entre los dos y ellos tan amigos —eso sí es un milagro. me miran incrédulos que yo me quiera mojar. después de mi ducha espontánea sacudo el cabello mojado y los miro con sorna: “niños, seguro la damitipa opina que ustedes apenas sirven para pagarle un par de tragos”, les digo sonriendo y me voy, dejándolos entre sorprendidos y mentándome la madre.
dando un traspié en los reflejos engañosos de la acera encharcada me meto en el café y el aire acondicionado me engallina la piel mojada. después de pedir mi cafecito escojo una esquina y me seco con servilletas mientras saboreo la espumita dorada y espesa. en la mesa a mi lado dos mujeres muy maquilladas y enjoyadas hablan de sus hijonietos. las miro y en efecto, podrían tener mi edad más o menos. qué horror, pienso, o tal vez lo piensen ellas al mirarme a mí, tan suculenta en mi frugalidad de afeites y fuetes, fuelles, tintes y resortes, ocultas fallas incendiarias en cada ceja y farsas frívolas en la lengua silente pero no muda. el escalofrío ahora es interno y más fuerte, pero no extraordinario. lo he experimentado muchas veces, en esta misma ubicación geográfica, quita un gables, un coconut o pon un ocho y un milagro. en su charla las dos mujeres saltan del inglés al español —como yo en mis laberintos— y escupen cubiñoñerías —como yo en estos desvaríos— sobre partos y ginecólogos, un señor muy respetable y su mujer que le pega tarros y una hija que no acaba de casarse y se va a quedar para velar santos. alabao, en pleno siglo 21, velar santos una solterona tal vez de treinta años, me digo tomando el telefonito para llamar a alguien, a cualquiera que me responda y quiera, antes de las doce del día, hablar de la complicada artesanía embarrada del sexo intelectual o cómo ensuciar letras sueltas con música lubricada, dispersa y deshidratada de popfondo. o lo que sea, que acepto todo como escape ambulatorio de este instante deficiente en calcio y estrógeno. entonces la veo. a una ella, de las tantas.