12.06.2010

de la poesía...

il. Cuba, William Ríos

Revista Otro Lunes, N. 14, septiembre 2010:
Cuarenta poetas cubanos bajo el mismo cielo de Cuba... en Miami


Cacería
ROSIE INGUANZO

palpo cicatrices de las que no tengo registro alguno:
al borde de la boca debajo del labio inferior en un dedo el pie
en al antebrazo derecho -hoyo carcomido
no hay explicaciones para ello ni memoria
sin embargo hay un abismo en mí
una locura inmaculada de la violencia
un extravío del alma en ese paraje desolado de los locos
que dibujan estas cicatrices del cuerpo

y muchos trompones en el rostro muchos cintazos
golpizas con chancleta de palo jalones de pelo de oreja de brazos
golpes en la cabeza en el estómago
y el deseo de evitar la muerte propia, y de matar a alguien

te leo los labios en off
yéndome en un hueco
vaciada en el más grande desvarío
schubert: "la muerte y la doncella" de fondo
comprendo el deseo tupido de los dementes
el void sempiterno de los enfermos de alzheimer
la cámara lenta de los tullidos
el hipío sonoro de los asmáticos
la nube cimbreante de los mongólicos
la fañosidad inquietante del labio leporino
envidia desangrada por aquellas inocencias redondas como acertijos
cilindros de cielo sin culpa

pero tú me sostienes cercana a tu cara
olfateas mis pensamientos
untas la mirada
y me engulles
desgravándome de esa cinta rota
alma homicida la mía palpita en mi mano
junto jugo de imágenes mías
juego de abalorios escabroso
todo el polvo de la calle se me mete en la boca
en los ojos gelatinosos de quien no ha dormido
y me limpias esta realidad muerta ya
polvo irreal polvo de luces
polvo de desechos emocionales
salpican la madrugada
brida lumínica sobre mi agua
la pátina del tiempo libándome del aire

cacería nocturna
cierva trémula
soy la presa fija en el fotograma de una historia brutal.


Elogio del espía

En la mesa de al lado está el espía.
Es en vano callar. De alguna forma
Espiará tu silencio todavía.
Leerá lo que no dices en la horma
Única de tu nuca o de tu mano.
En tu mirada como en tu silueta
Acecha a que aparezca tu secreta
Cifra o fulgor. Es apenas humano.
Si bebe o come como tú, si ama,
Es porque quiere penetrar la extraña
Fórmula de tu vida y de tu amor.
Como la mariposa hacia la llama,
Avanza, avanzas, se urde la maraña
Del otro, el mismo, nadie, el escritor.


El útero es un lugar pequeño, es un lugar y es un silencio
AYMARA AYMERICH

Obstáculos entre: el gesto y la palabra,
mi pregunta y yo fluimos
malolientes desde el útero
que es un lugar indivisible como celda,
que es un lugar donde
mi única pregunta lo cuestiona todo.

Allí prefiero elegir nuestra distancia
que es la mudez del condenado,
que es un silencio donde
me escupe y me ennoblezco.

Obstáculos entre: el gesto y la palabra,
mi única pregunta y yo tenemos
una letra más veloz que antes
una paciencia más veloz
y menos tiempo.






Plegaria en tono de guaguancó
We are going to meet a lot of lonely people...
And when they ask us what we're doing,
you can say, We're remembering...
Ray Bradbury, Fahrenheit 451

Dios te salve, isla mía,
llena eres de desgracias,
bendita te pierdes entre el mar y el lamento
ardiendo al son de un bolero inmenso.

En todas partes se cuecen almas
y Nostradamus anuncia
la caída irremediable de ese rostro,
santa isla delirante,
con tu sol de azúcar prieta
y tu mar de desastres...

Qué puedo hacer esta noche
si el clamor de tu miedo me hiere
como un huracán violento.
(Ave María purísima
en pecado sorprendida.)

Tengo las caderas malditas de un ángel
y canto en secreto al borde de tus huesos,
isla mía que estás en los infiernos.
(Ave María, morena.)

Estoy sola en esta guerra sin nombre
y no encuentro siquiera un borracho de fe
rogando por nosotros, pecadores.

Ningún esbirro quemaría libros
si un duende no hubiera desatado el paraíso,
la poesía caliente del alma,
la loca rebelde en temporadas de cirios muertos
y catástrofes encendidas.

Una dulce oración donde me pierdo en vela
exprimen tus ojos al otro lado del mar.
Lejos y en silencio morimos.
Venga a mí tu recuerdo ardiente.
(Ave María, mulato,
en pecado imaginado.)

Yo te espero en el averno
a noventa millas de un Olimpo en llamas
(santificado sea tu nombre,
isla nuestra que estás en las entrañas)
con mi alma cosida a tu corazón.