en Penúltimos Días, blog de asuntos cubanos
De lo cubano
om ulloa
En el blanco, Richard, poeta elegido. Elegido el desconocido Blanco por el negro presidente, el presidente socialista, ayayay. El presidente que no merece serlo porque… fill in the blank, please, que se aceptan todas las quejas. Esos cubanoamericanos que desde hace mucho somos más una cosa que la otra, sacudiéndonos siempre el polvo de un lado o del otro, caspa molesta a veces, loción protectora otras, cuna y cojín de lo familiar, siempre. Nosotros los cubanos, ah, y ellos, los cubanoamericanos. Y ustedes, ¿quiénes? Lo mismo, really pero no la misma cosa. La variante constante: un desquicie político, como un poema mal dicho, sin rima. Vaya, un cliché, maldita jerigonza bilingüe, trilingüe —que estamos y estaremos en todas partes— buscando siempre esas palabras claves que tanto nos ayudan a descifrar “lo que quiere decir el otro”. A ver, ¿y cómo se dice “inaguration”, mami? Nene, cambia la “t” por “c”… ah, y pónle acento a la “o”, como en “revolution” y dale. No, que se dice “investidura” grita el que un día aplaudió aquello de “Elecciones, ¿para qué?”, tan diestro hoy en palabrejas oficiales, aprobadas, acuñadas. O aquél, graduado en insultos, orgullos y desvergüenzas, todas definiciones de nuestro pasado, presente e inevitable futuro. Entonces, ¿qué es “lo cubano”, dime? Voy. Quiero decir, vamos.
Lo cubano fue ayer. Yes, really, it was. Richard con sus blancas orejas paradas y congeladas en la capital del imperio, hablando de todos, nosotros, us, the people, los habitantes del imperio de rasgos, creencias, motivos diferentes. ¿No es acaso el imperio el gran negocio, el gran capitalista? ¿No es ése el único motivo, más allá de un buen poema, puro, literatura del vino y del faisán? Eso, un buen poema capitalista recitó Blanco, siendo al mismo tiempo idealista. Porque es posible, el idealismo y el capitalismo. Henos aquí, presentes. Idealizando el capitalismo. Y Richard lo hizo con esos “clichés” que tanto azoran a algunos: recordando a su madre la cajera —contando dinero, vaya, capitalismo puro—, y a su padre el cortador de cañas. Cubanos en fuga ambos, corriendo con lo puesto porque en 1968 ya se sabía por dónde iba la cosa. “La cosa” nuestra, mafia en pas de deux, an intricate relationship.
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