Claudia Cadelo, en su blog Octavo cerco: Armonía de espantajos
Siento pena ajena cuando alguien se me acerca para darme una opinión sobre mi país después de 72 horas en él. Sobre todo cuando me resumen la realidad con tres oraciones y una visión “armónica” de la isla, adquirida luego de un recorrido nacional que incluye, por supuesto, Varadero, Trinidad y Viñales. Cuento hasta tres, hasta veinte, hasta cincuenta. No conozco Trinidad, detesto Viñales – sobre todo porque a dos kilómetros hay otro pueblo sin electrificación ni agua potable- y Varadero, obviamente, no es Cuba.
¿Qué responde uno ante la aseveración de que es preferible mantener el gobierno tal cual y no empezar la transición en medio de la crisis capitalista? ¿Cómo explicarle a una persona que la crisis comunista nunca ha terminado? ¿Cómo fundamentar que si existe algo peor que el monopolio es el monopolio de estado? ¿Cómo resumir mis 27 años en esta isla en una conversación de dos horas? ¿Cómo hablar de la corrupción si no hay pruebas? ¿Cómo contar el proceso de purgas en el seno del Partido Comunista desde que Raúl Castro asumió el poder si no sabemos lo que está pasando salvo cuando ruedan las cabecitas defenestradas? ¿Cómo explicarle a alguien –sin ofenderlo- que después de del período especial, la polineuritis y la avitaminosis, la crisis económica mundial suena a chiste primer mundista?
No sé si valga la pena intentarlo. Yo me devano los sesos y siempre me queda la sensación de no haberlo hecho bien, de no haber dicho todo lo que siento, de no poder responder y sentirme tranquila conmigo después. Me desconcierta la pregunta ¿y tú, qué pretendes con tu blog? No sé qué pretendo. No sé hacia donde voy. ¿Cuáles son los objetivos concretos de la libertad salvo ejercerla con libre arbitro? ¿Por qué es tan difícil imaginar que una persona un día decidió ser libre?