hoy, en Penúltimos Días y PilsenPortal
a finales de la década de 1980 viví en Nueva York unos años. veinteañera y atrevida, mi estadía en la gran manzana podrida fue resultado de un fracaso que me llevó eventualmente a otro. y tal vez a todos los demás. aun así, mi aventura nuyorkina fue tan memorable como disparatada y exótica.
durante esos años, con frecuencia iba a comer a un restaurante cubano que entonces se llamaba Havana-Chelsea, en la avenida 8 entre la 19 y 20, que quedaba cerca de donde trabajaba y por donde había varios restaurantes allá llamados chino-cubanos. el HC no era chino-cubano, pero tenía una camarera china-cubana que cada vez que yo llegaba con flores o sin ellas, me daba besos, me decía “mi niña”, “mi cielo”, “mi amor”. y si llegaba con los sinuosos muchachos con los que trabajaba, la china se alborotaba aún más. hablaba rápido, regalaba carcajadas por doquier, se maquillaba lista para cualquier kabuki improvisado y nos trataba con ese cariño cubano tan fácil y a la vez tan difícil. cuando pasaban unos días sin verla, la extrañaba.
un día que fui sola al Havana-Chelsea, había un hombre sentado en el mostrador comiendo y leyendo. era joven, treintañero, pero ya se sabía que iba a ser calvo. yo también leía mientras comía cuando se acercó la china y me agarró de una mano.
—ven, chica, para que conozcas a oscarito —me dijo y me arrastró a donde estaba el hombre y se sentó al lado de él. el hombre sonrió con timidez mientras ella me presentaba: —esta niña lee mucho igual que tú y a veces también escribe, como tú —y soltó tremenda carcajada, como que ambas acciones le parecían sumamente cómicas.
“oscarito” me extendió la mano y dijo “hi, how are you” mientras yo le daba la mía y le decía “hola, mucho gusto”. los dos nos sentíamos incómodos, ya que la china no nos había presentado por nombre. por lo menos yo sabía el suyo, aunque sin apellido, pero el hombre no sabía qué hacer ahora. le dije mi nombre, me disculpé y dije que sentía haberlo interrumpido pero que no quería hacerle un gesto feo a la china, que era tan cariñosa. entonces, viendo que yo insistía en hablarle español, me dijo con acento más puertorriqueño que cubano que sí, que la china era “buenagente”. me fui a mi mesa, seguí leyendo mi libro, seguí en nueva york. corría el 87. de vez en cuando me topaba con “oscarito” en el Havana Chelsea, y nos saludábamos con un gesto leve de cabeza o a veces entablábamos conversaciones breves y cordiales, casi siempre en inglés ya que él no se sentía a gusto hablando español. ya había publicado, pero tenía sus esperanzas puestas en una novela en esos días. nunca le mostré nada de lo que yo hacía, aunque me lo pidió un día, creo que por cortesía. yo tampoco leí nada suyo en ese momento. nunca le pregunté qué hacía para “ganarse la vida” ni nada personal. creo que ambos íbamos al Havana Chelsea buscando la calidez de las carcajadas de la china, su musicalidad al hablar y sus abundantes caricias verbales. además del cafecito y el picadillo, claro.
cuando anunciaron el Pulitzer de ficción de 1989, recuerdo leer la noticia de pasada y detenerme unos instantes en la foto del autor. estaba yo en Miami, en transición entre NY y Chicago, otra vez. achiqué los ojos y sí, comprobé que el ganador era “oscarito”. sonreí y me alegré mucho por él. no tenía forma de felicitarlo, pues nunca intercambiamos teléfonos. eventualmente leí el libro y luego vi la película. y como él lo hubiera puesto: “nothing, really, to write home about”, pero sí, en ese momento la noticia de su Pulitzer me pareció estupenda, que un cubanoamericano ganara ese premio tan importante. y que fuera él, “oscarito”, que era tan “buenagente”, pues mucho más.
y sí, fue gesto simbólico aquel Pulitzer que abrió puertas a tantos escritores “latinos” que escribían en inglés y creó lo que llegó a conocerse como la ola de novelistas de ascendencia hispanoamericana contando “the lives of immigrants adapting to a new culture” de la década de 1990 and beyond... ola cargadita de todo un poco, aún dejando secuelas y lentejuelas porque todas cantaban boleros, mambos o rancheras, pero en fin, simbólica e importante porque mojó la arena, tan seca entonces. y que un cubanoamericano fuera el surfista primero de la gran ola, pues eso, qué bueno. o qué malo, dirán otros, el “Richard Blanco” de antes de… bah.
ayer leí que “oscarito” ha muerto, de súbito, mientras jugaba tenis. wow, me dije sorprendida. y luego sonreí, porque coño, what a way to go, really. dándole a la bola, zas, para terminar de bailar el mambo, qué rico el mambo. dale, “oscarito”, descansa en paz. ojalá te encuentres a la china por ahí. © om ulloa