eLLa se acerca con un dulce. ¿quieres? lo hizo la licenciada, dice. sonrío. me la imagino, todo el día mezclando y sin probarlo, ni un vientecillo de azúcar rozando su boca seca. en efecto. la oigo, a la licenciada, confirmando de lejos lo que sé. es una bomba, puro huevo, mantequilla y chocolate. lo dice orgullosa y se la saborea, la descripción. experta en crear tentaciones y resistirlas. dura, estoica, mi licenciada que no me habla, sólo me mira. mi obra de arte en total degeneración requiere mucha admiración. vamos, corean las voces. en el templo tal, música de Monk. eLLa quiere ir. no te va a gustar, advierto. vamos. belleza espectacular la de este campus, tintinean. Monk en hyde park. charlestón en hyde park. Borges en hyde park. tú y yo y todos los demás en hyde park, hace miles de otoños. el templo huele a madera mojada, vieja. luz tenue, mucha gente y un calor sofocante. saco el pañuelo de mi padre y me seco el sudor. toso. sax y guitarra. música para piano de Monk. sin piano, hay que aprender y luego reinventarlo. todo. ¿qué hago yo en hyde park si llevo décadas huyéndolo? vamos, susurra eLLa. no le gustó. en el escape del sauna con jazz pierdo el pañuelo. el de mi padre que olía apenas ya a vetiver y a mi tos de insufrible inconforme. eLLa me toma de la mano, me guía entre el gentío. vamos, repite. a lo lejos el sombrero de la licenciada. nos vamos de manos. al salir ya atardeció y enfrió. la musiquita repica afuera entre aromas de barbacoa. porque hasta los premios nobel que por aquí pululan algo tienen que comer, after all that jazz. chupar huesos de animales. chupar y chupar en constante estado de lactancia. dependencia. nutriéndose. vamos, dice y me arrastra, tomándome del brazo. llévame y flotamos mientras nos alejamos. bello hyde park, dice eLLa, pero vamos... a comer tacos. a Pilsen. y me muerde el hombro y respiro profundo. bella una mujer con hambre que se atreve a morder tu carne, como un leve aviso. que si la cosa aprieta te como entera. ojalá. y se ríe.
9.28.2015
FaLLinHydePark
de esas tardes de otoño a pedir de boca eLLa me ha arrastrado a darle cara. vamos. cumple años la princesa de guatemala. la que no se murió de amor. hay jazz en hyde park. arqueo las cejas y toso. no me siento bien. vamos, mentira, dice eLLa que ya está lista. una brisa delicia pero sudo mientras manejo. mi ciudad. de madrugada, oscura y silente, respira ahora crujiente y otoñal en medio de esta universidad, regia élite cuna de todo y más. otoño en hyde park tras tantas décadas y vamos rozando arquitectura icónica y arboledas empezando a desteñirse. óptimo ambiente para. pssst allí están, dice eLLa. esquivo los besos de aire y me siento, mareada, sudando. me cubro la boca con el pañuelo de mi padre que luego he de perder, por un descuido. mi padre amaba la música cubana pero rechazaba el jazz. son casi hermanos, le decía yo sabihonda. postizos, hermanos postizos, contestaba cortante. saludo de lejos. eLLa me mira enojada. bajo la vista. sudo. a pesar de la brisita el sol y su calidez. lo anaranjado que despunta. hyde park. allí la princesa y su nuevo consorte. el profesor y su vieja compañera. el joven artista, su novia linda y su hijo hermoso. manteles en el suelo y botellas de vino. el americano liberal de turno hablando de bernie. el marica de toda la vida. las lesbianas selectas, como esas almendras desperdigadas en un plato. sin tostar y sin sal. y descansando en el aire, en un gesto lánguido, la mano huesuda de la licenciada. sola, mirándome desde su sombrero tras gafas enormes. oscuras. se las quita al hablar con eLLa. otoño en hyde park con jazz swing de clarinete de fondo y nos rodea una gran multitud. negros asiáticos indios rubios polacos alemanes rusos griegos italianos y más o menos europeos entre tersas jovencitas con blusones que bailan charlestón! con elasticidad y algarabía. después de tanto huirle he aterrizado en academia y su fulgor de brillante inteligencia rub-rub it and it will shine. todo se puede enseñar. sonrío. aprendizaje de lujo aquí. suspiro. érase una vez que fue y entre varias, llegó la carta que me aceptaba. ven, entra por estos umbrales, sagrados, pero trae la bolsa llena de billete. durante días y noches sacamos cuenta, papi y yo. vueltas y vueltas a los números. no cuadraban. él que todo lo trajinaba para que yo brillara, su estrella genética. él que de día factoría y de noche escoba-tienda-lo-que-fuera y los fines de semana compraba y revendía cuanta mierda apareciera por toda la milwaukee luchando, resolviendo. pero los números no dieron para que yo llegara a hyde park, ni con beca ni todos mis part-times, mis cuatro veranos sin sol. eran tiempos aquellos en que la palabra préstamo era inaceptable en los oídos de mi padre. pecado casi sugerirlo. aun así, terminé en un campus privado, hermoso de arboledas y edificios viejos. exclusivo y académico como él quería. y no aprendí nada que ya no supiera, sólo cómo escapar de todo, todo. desvío los ojos y a mí pesar me veo, Borges hablando su laberíntica bien aprendida y yo escuchándolo, aquella tarde de otoño en hyde park, entre tantos devotos, atenta infiltrada porque había-que-ir-si-pretendías-escribir. luego, perdida por las calles limpias con olor a biblioteca vieja por doquier, superflua y gris, sabiendo que debía huir, de todo aquello, huir.
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