hoy, en tumiamiblog, un texto de © om ulloa
(a propósito de nuestras intransigencias…)
mi padrino acaba de morir. me ha llamado mi madre y al fondo he escuchado a mi padre, quien hace poco salió del hospital, murmurando con incredulidad… “mi amigo, carajo”. con la rapidez que las texturas y los olores nos traen recuerdos, sentí —a través del cable telefónico— su olor a colonia y la piel joven y lampiña de su calvicie de aquella primera vez que lo recuerdo entrar en mi vida.
jugaba a matar hormigas en el patio de arecas de mi casa cuando vi su figura delgada proyectarse sobre el muro cubierto de moho verdoso. “¡tamalera!”, le gritó a mi madre que hacía almidón de yuca en el cuartito de desahogo del patio. el hombre me miró y sonrió. yo di un paso atrás porque no lo conocía pero mi madre, quien se lanzó hacia el hombre, me empujó hacia él a la vez que lo abrazaba. “niña, es tu padrino”, dijo mientras lo llevaba a sentarse en los sillones de rejilla. la niñata curiosa que fui no podía apartar la vista del hermoso tatuaje de un dragón en tinta azulada, acompañado de letras chinas en rojo que el hombre lucía en un brazo. mi padrino, pensé mirándolo con desconfianza, decían que se había ido a China hacía un par de años. yo no me acordaba de él ni sabía dónde quedaba China, sólo que era un país comunista como Cuba porque lo decían en la escuela. el hombre me abrazó, me dio un beso y me regaló unos lápices de colores que traía en un bolso. media hora después mi padre entró corriendo al patio. se abrazaron durante mucho rato y mi padrino empezó a llorar en los brazos de mi padre. “compadre, ¿qué pasa?”, dijo mi padre bajito y se sentaron en los sillones de rejilla. “aquello es una mierda y viene pa´cá”, dijo el hombre calvo y cabizbajo después de mirarme unos minutos: “hay que irse; hay que sacarlos”.