2.22.2010

pronuncia el café moderno

y enuncia toda la italiana lista y aún no te entiende la rubita distraída que masca chicle con cara de indiferencia. si total, a las cinco se va a casa a comer mac´n cheese y a ver la tele... y yo con este agrio dolor de cabeza dando vueltas por el centro, la nieve aguada mojándome las suelas y un grito de espanto en la garganta que no me sé explicar... aunque sepa que debajo de estos zapatos hay un puente que me lleva a algún lado, siempre a mi pesar. pero ya, lo cierto es que el enigma del subir y bajar los escalones, correr por el pasillo virtual, llegar tarde a cuanto momento no me tocaba, tocar en la puerta que no se quiere abrir, malgastar palabras explicando el triturado miedo a las emociones, a la enfermedad, a la muerte de los cordones umbilicales que me atan a los lugares efímeros ya no me atrae ni me gusta adivinar el por qué de la raíz del miedo. y se lo quiero decir a la rubita para que no me entienda y se haga la boba con su chicle sin sabor chasqueado en la mejilla. pero para qué, me digo y trago en seco mientras espero en la cola mi turno y por las bocinas se filtra una musiquilla inconfundiblemente cubana. y pienso que a estas alturas ya todo es demasiado tarde. y me desespero y blasfemo en mi lengua y nadie me mira. total, que lo que quiero ya es mi café espresso que en mi boca será cubano, espeso y dulce. y la paz de esos únicos ojos límpidos que dicen ser míos y las olas claras y cálidas en las uñas de los pies y un silencio quedo, largo, después del eco de la canción lejana de alguna mujer que lava la ropa o empieza a cocinar y tararea un bolero triste, inmortal y musical. y luego, darle un beso húmedo a la boca caliente que dice ser mía para que me diga que la mía sabe a café. y entonces sonreiré y podré, otra vez subir los escalones que me llevarán al pasillo eterno.