Esta sátira es taaan buena, que la traduje para los monolingües:
POR QUÉ NO SOY ESCRITOR
por JOHN MANCINI
Joyce se pasó 29,000 horas escribiendo Ulíses. Vonnegut se pasó 23 años escribiendo Matadero cinco. Hemingway escribió 50 borradores de Fiesta/The Sun Also Rises. “Realmente divertido”, dijo Wodehouse sobre su internamiento en un campamento nazi.
Cuando tenía doce años, Dickens trabajó en una fábrica de betún de zapatos. “No hubo infancia en mi infancia”, dijo Chéjov. Huckleberry Finn fue escrita a mano en papel sin renglones. “Ni me molestaba en entender lo que estaba diciendo”, dijo Eliot de cómo escribió La tierra baldía. El primer intento de suicidio de Virginia Woolf fue en 1913. “La melancolía de las cosas llevadas a cabo”, de las que Nietzsche habló.
Verlaine le disparó a Rimbaud. Byron cojeaba. Los matones del primer ministro diéronle a Dryden una paliza. A Dostoievski lo mandaron a Siberia. Defoe no publicó su novela hasta cumplir 60 años. Hammett dejó de escribir a los 39. Faulkner recibió una calificación de “D/deficiente” en lengua inglesa de la Universidad de Misisipí. Fitzgerald abandonó sus estudios en Princeton. A Dorothy Parker la despidieron de Vanity Fair. Graham Greene fue demandado por difamación por un menor de seis años.
Chandler vivía con su madre. Kerouac vivía con su madre. A Roland Barthes lo atropelló un camión. A Frank O’Hara un Jeep. Nathaniel West murió en un choque de autos. Las primeras tres novelas de Thomas Hardy no se vendieron bien. A Milton le pagaron cinco libras por El paraíso perdido. Murphy/Palabra en el tiempo, de Beckett, fue rechazada 42 veces. El señor de las moscas fue rechazada 21 veces. A punto de morirse, Gogol quemó su manuscrito. La poesía de Safo fue quemada por la Iglesia. Dante fue desterrado de Florencia. Ovidio fue desterrado de Roma. Walter Benjamin se suicidó. Hart Crane se suicidó. Joseph Conrad se suicidó de un balazo. Kafka vendía seguros.
Después de publicar Moby-Dick, Melville consiguió empleo como inspector de mercancía. Al leer La letra escarlata a su esposa, Hawthorne lloraba. A los 40 años, Jack London murió de una sobredosis. Zeno se ahorcó a los 90. A los 59, Virginia Woolf saltó al río con los bolsillos llenos de piedras. Faulkner se cayó de un caballo. A Joyce se le cayeron todos los dientes. Milton padecía de estreñimiento.
Traten de imaginare a Sísifo feliz. En el mejor de los casos, es “la felicidad de la tristeza”, como definiera Víctor Hugo la melancolía. “Para qué sirven los poetas”, preguntó Hölderlin. Li Po se ahogó. Y también Shelley. Cuando F. Scott Fitzgerald murió, nadie fue a su entierro. “El pobre hijo de puta”, comentó Dorothy Parker.
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