Porque, ironía, habría mas bien que aplaudir las buenas intenciones traicionadas y la plena juventud hecha mierda de un zarpazo. Doble, traidor y eterno, maldito. Y sin embargo, en vano intentar cicatrizar para cruzar los puentes, varios, múltiples, frágiles estructuras que se intentan construir a pesar del hedor del fango sobre el que cuelgan.
Habría mas bien que aplaudir el saber llenarse el pecho de ganas de perdonar, a pesar de las mentiras y la cobardía que conlleva tal calibre de desamor y su prórroga, los intermedios de obstáculos infinitos. Sí, tendría yo que hacer un clap-clap-clap sarcástico a las manos necias usurpadoras de mis ojos entre tantos pestañeos, suspiros. Habría que cortar todas esas manos colmadas de aplausos huecos, aplacarlas de sus dedos hipócritas que aún contienen mi adn bajo sus uñas, y con ellas elevar un altar pagano a mi gesto genuino de alzar la bandera blanca, en blanco, izarla al viento en busca de oxígeno y sin embargo, a pesar del fango debajo del puente, seguir intentándolo porque un día, hubo un día que no fuimos esto. Y es lo que cuenta. At the end, the only thing that matters.
Entonces, lo estoy esperando ahora que, desvelada insomne, la vida apretándose en mis ojos con el peso de la muerte rondando todo lo que de verdad quiero, veo la promesa. Aplausos. Porque me atreví a conciliar para salvar el brillo, una vez más. Indisciplinada yo, buscando la luz que voy a necesitar respirar cuando la oscuridad sobre mí se deposite, total. Para cuando de verdad --porque pareciera que aún no me he ido-- me vaya en silencio mordiendo sogas, pérdidas y vida coagulada en su espesor cruel. Y ya que la veo, la promesa, quiero ahora escuchar el aplauso a mis espaldas, amplias.
Es que tienen toda la razón; hay que aplaudirme tanta resistencia, perseverancia, humanidad. Claro que sí, deben aplaudir mi elegancia hacia las pésimas acciones, mi impecable guante de seda resguardándolas, porque la risa y el encanto, y mis dedos tibios sobre sus labios, deseándoles lo mejor de la lluvia contaminada de la vida, límpida para ellas, filtrada. Sí. Hay que aplaudir mi rostro, sincero, mirándolas bajo la luz, rociándolas del brillo que de mí emana, suelto y libre, iluminándolas, porque no, el fango no es mi hábitat. Vivo y respiro en la verdad, y ahí, sentada en su mejor cojín, espero el aplauso.
Porque lo prometen, pero no se van. Se quedan, merodeando el cadáver. De lejos entre cortinajes polvorientos. Día a día. Vienen, llegan, miran, husmean a ver si ya estoy muerta, desapercibida, y se van, sin aplaudirme. Por eso aún no lo escucho, el eco del aplauso a mi paciencia y lealtad. A mi desenfado y falta de rencor en cada capa al descubierto, porque mi fe en la magia y la amistad de un día, eterna. Por eso de ellas no me he ido, me sostienen y me beben porque en mi reflejo saben también que no fueron sólo este vacío que son. Admiran mi aguante ante esta vida compartida y sus traiciones. Las inmerecidas decepciones, los desalientos, las sorpresas tardías, las voces en frío desmenuzando y minimizando. Ni se imaginan mis elocuentes párrafos de meditaciones a solas, frente al mar, perdonándolas. Entonces, cuán cierto que esté esperando el gran aplauso que merece mi gran pasión, mi ingenuidad ante tanta vida distorsionada. Ya ven, y qué bien lo saben, que todavía estoy y no me he ido aunque ansío el aplauso merecido por haber sido esa nada constante que se mereciera respeto y lealtad en vez de mentira y engaño, traición.
Por eso, porque sé que lo saben, demando mi aplauso. Que se oiga, coño, que se oiga. Venga, que levante polvo y haga eco, cuando con manos necias --las de ustedes, que no las mías que son sabias y escriben estas vainas, estos devaneos, estos gritos densos de histeria mansa-- y dedos de uñas pintadas, sin mirarme, me aplaudan y de una vez para siempre me saquen, me sequen tanto llanto, me entierren y olviden en el hueco inmundo que merezco, por todas mis malas acciones, numerosas e irreconocibles en medio de mi propia verdad, mía sólo mía esta asquerosa sinceridad y transparencia.
Y sin embargo, repito, no lo oigo, el aplauso. El prometido clap-clap que me haga desaparecer de una vez detrás del telón. Y así, llegan una y otra vez con el pico abierto a mi nido, rapiñas en busca de... Qué, a robarme qué, yo tan generosa de carne y lo fluido, del sentimiento grandioso y mágico que niego al olvido corriéndome eterna por las venas, palabras triturándome el pellejo, buscando salida. Y por lo tanto, aplauso. Buscándolo, entonces ustedes, todo eso que quieren aplaudirme para que me vaya y quiénsabequé de mí tan vil, tan poca cosa, tan insignificante vienen a buscar. A chupármelo del cráneo como antes me lo chuparan de la piel, de la boca, de entre las piernas, del pelo, yo tan dispuesta y viva a darlo todo porque en el todo está el entero y en el entero está el fragmento, cada uno. Los pedacitos de ustedes, bultos polvorientos, silentes.
Así que aplaúdanme que me lo merezco. Vamos, qué esperan, yo sombra en el escenario y ustedes aún tras el telón. Yo tan invisible, la que no aparece en fotos ni se menciona al pie de página. La que nunca existió, fugaz, y sin embargo, aquí estoy. Impertinente esperando el aplauso. Dénmelo, pero suéltenme después. No se agarren más a mis hilos sueltos que flotan en el viento, no, buscando en mí lo que ustedes no se atreven a dar. La cara, dar la cara a la verdad y aguantar el bofetón de la vergüenza.
Habría mas bien que aplaudir el saber llenarse el pecho de ganas de perdonar, a pesar de las mentiras y la cobardía que conlleva tal calibre de desamor y su prórroga, los intermedios de obstáculos infinitos. Sí, tendría yo que hacer un clap-clap-clap sarcástico a las manos necias usurpadoras de mis ojos entre tantos pestañeos, suspiros. Habría que cortar todas esas manos colmadas de aplausos huecos, aplacarlas de sus dedos hipócritas que aún contienen mi adn bajo sus uñas, y con ellas elevar un altar pagano a mi gesto genuino de alzar la bandera blanca, en blanco, izarla al viento en busca de oxígeno y sin embargo, a pesar del fango debajo del puente, seguir intentándolo porque un día, hubo un día que no fuimos esto. Y es lo que cuenta. At the end, the only thing that matters.
Entonces, lo estoy esperando ahora que, desvelada insomne, la vida apretándose en mis ojos con el peso de la muerte rondando todo lo que de verdad quiero, veo la promesa. Aplausos. Porque me atreví a conciliar para salvar el brillo, una vez más. Indisciplinada yo, buscando la luz que voy a necesitar respirar cuando la oscuridad sobre mí se deposite, total. Para cuando de verdad --porque pareciera que aún no me he ido-- me vaya en silencio mordiendo sogas, pérdidas y vida coagulada en su espesor cruel. Y ya que la veo, la promesa, quiero ahora escuchar el aplauso a mis espaldas, amplias.
Es que tienen toda la razón; hay que aplaudirme tanta resistencia, perseverancia, humanidad. Claro que sí, deben aplaudir mi elegancia hacia las pésimas acciones, mi impecable guante de seda resguardándolas, porque la risa y el encanto, y mis dedos tibios sobre sus labios, deseándoles lo mejor de la lluvia contaminada de la vida, límpida para ellas, filtrada. Sí. Hay que aplaudir mi rostro, sincero, mirándolas bajo la luz, rociándolas del brillo que de mí emana, suelto y libre, iluminándolas, porque no, el fango no es mi hábitat. Vivo y respiro en la verdad, y ahí, sentada en su mejor cojín, espero el aplauso.
Porque lo prometen, pero no se van. Se quedan, merodeando el cadáver. De lejos entre cortinajes polvorientos. Día a día. Vienen, llegan, miran, husmean a ver si ya estoy muerta, desapercibida, y se van, sin aplaudirme. Por eso aún no lo escucho, el eco del aplauso a mi paciencia y lealtad. A mi desenfado y falta de rencor en cada capa al descubierto, porque mi fe en la magia y la amistad de un día, eterna. Por eso de ellas no me he ido, me sostienen y me beben porque en mi reflejo saben también que no fueron sólo este vacío que son. Admiran mi aguante ante esta vida compartida y sus traiciones. Las inmerecidas decepciones, los desalientos, las sorpresas tardías, las voces en frío desmenuzando y minimizando. Ni se imaginan mis elocuentes párrafos de meditaciones a solas, frente al mar, perdonándolas. Entonces, cuán cierto que esté esperando el gran aplauso que merece mi gran pasión, mi ingenuidad ante tanta vida distorsionada. Ya ven, y qué bien lo saben, que todavía estoy y no me he ido aunque ansío el aplauso merecido por haber sido esa nada constante que se mereciera respeto y lealtad en vez de mentira y engaño, traición.
Por eso, porque sé que lo saben, demando mi aplauso. Que se oiga, coño, que se oiga. Venga, que levante polvo y haga eco, cuando con manos necias --las de ustedes, que no las mías que son sabias y escriben estas vainas, estos devaneos, estos gritos densos de histeria mansa-- y dedos de uñas pintadas, sin mirarme, me aplaudan y de una vez para siempre me saquen, me sequen tanto llanto, me entierren y olviden en el hueco inmundo que merezco, por todas mis malas acciones, numerosas e irreconocibles en medio de mi propia verdad, mía sólo mía esta asquerosa sinceridad y transparencia.
Así que aplaúdanme que me lo merezco. Vamos, qué esperan, yo sombra en el escenario y ustedes aún tras el telón. Yo tan invisible, la que no aparece en fotos ni se menciona al pie de página. La que nunca existió, fugaz, y sin embargo, aquí estoy. Impertinente esperando el aplauso. Dénmelo, pero suéltenme después. No se agarren más a mis hilos sueltos que flotan en el viento, no, buscando en mí lo que ustedes no se atreven a dar. La cara, dar la cara a la verdad y aguantar el bofetón de la vergüenza.
6 comments:
Eres una necia.
Estabas tan tranquila. Agotada dijiste. Y esto? Te volvieron a picar.
Nno sIrve. Nunca sirvió. Nadie mejor que tu lo sabes.Te toco la trifecta y te jodieron. Deja esa mierda que tu no estas para eso ahora.
No se de que trata pero como siempre me gusta como lo dices. Escribe Om.
Merry crisma mijita. Relajate.
gracias por los comentarios, que son casi aplausos...
Post a Comment