@revista conexos Y yo jadeando, JV Portela (Habana, Cuba 1989 / poeta, editor y traductor radicado en Miami)
Una mata de mango en medio del patio interior circundada por un muro de ladrillos. Las raíces se colaban entre las losas blancas y negras del piso cuadriculado. Yo era el perro macilento encaramado en el respaldo del sofá, jadeando contra algún cojín indiferente, gritándole a los mangos que era hora de caer.
Pero cayeron orugas —frutas, sabemos todos, mucho más tristes que el mango que alimenta tierra, mosca, hormiga y niño con su esperma sacarino, leche de caña y miel.
La oruga, por otra parte, mancha con su bilis de intestino verde, cae y revienta en brujeo mariposón. Hay más orugas que mangos en este mundo. Por eso hay más manchas que niños en esta casa. Por eso hay más bilis que miel.
En el patio trasero, bajo la bañadera oxidada, el parto de la curiela fue también entierro. Saturna como ninguna se comió los hijos cabeza a cola, dando chillidos de gozo. Colmillo a colmillazo trituró la carne tierna y pegajosa. Sus ojos, dos cojines indiferentes descansando su cruel cristal sobre el sofá.
Cuando el perro ladró mucho, cuando saltó demasiado, cuando el portón de hierro del pasillo lateral retumbó con los truenos del déjenme salir, la abuela metió tres dosis de diazepam en un pedazo de carne. El perro durmió tres días en el aguacero, dos en el aguauno, uno en el aguatres. Acurrucado a la curiela y los restos de su manjar, las garrapatas se le reventaron sobre el lomo, como burbujas de vinilo y sangre a borboteos. El nudo burdo de ladridos atorado en la garganta nunca se pudo zafar.
En el primer cuarto del pasillo interminable, entre pólipos de polvo y arrecifes de silencio, yo también aprendí a dormir sueños fetales. En las manchas de la pared de cal descascarada descifraba los presagios de un futuro incierto. El dedo en la boca, la mano en la oreja, el corazón en el piso, bajo algún cojín indiferente. El perro jadeando y la abuela llamándome a comer—albóndigas de masa cárnica.
En la sala vomité. En el comedor vomité. En el pasillo, en el cuarto, en los patios laterales, distintos y trasversales, vomité. Vomité cuando mataron al gallo, al conejo y al curiel. Vomité sobre las losas, sobre el lomo garrapatoso del perro, sobre el cojín vomité.
Bilis de oruga verde, oruga verde. Bilis bajo la mata, oruga verde. Bilis bajo la sombra. Bilis de la raíz vomité.
Las raíces se colaban entre las losas blancas y negras del piso cuadriculado. Y yo jadeando contra algún cojín indiferente, al ritmo de un latido intestinal.
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