adiós a la paloma negra, chicago se despide de Chavela, en el Pilsen Portal
morirse de 93 años es ya en sí un gran logro. esquivar con éxito esas
guerras chicas de la vida, las diminutas e insignificantes
descorazonadas, las batallitas de bolsillos tristes y mesa vacía, las
derrotas de cuerdas rotas y en los labios trovadores las despedidas a
medias.
morirse porque te llegó la hora del último trago y —más que muerta de
risa de los tantos elogios de gran dama y señorona de la canción
blablablá— ser “trending topic” en esas enredadas redes sociales
colgadas del invisible cable que cimbrea como cuerda de guitarra floja
en el ciberespacio del siglo 21 es en sí más que un logro, chavela. es
un eléctrico poema épico digno de una rebelde bocazas, heroína del siglo
20, tú vapor de su arcaico celuloide y vinilo hechos arte.
morirse casi cantando otra más —la del estribo, pues— luego de
montarse a las mujeres más bellas y traicioneras del camino es en sí
muerte de látigo vergajo, y la “tortura” debe ser entonces infinita,
donde estés, con ellas.
morirse sin miedo y a gusto en la tierra que consideras tu patria es logro digno de la muerte como gran principio, al fin.
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