Adivina quién es El Papichulo de la Patria, según el trocador cubano, Sibilino
hoy, mi opinión en el Periódico Guamá, órgano oficial del que ha partido
A quien pueda interesar: (por ej. a todos los engañados, traicionados, fusilados, muertos-en-vida dentro o fuera de la isla, pero sobre todo… a un trocador cubano, de nombre Sibilino y su desbocado amor por un caballo mítico, de nombre Ledifel)
Ay de ti, Sibilino, que te crees el elegido y aún das la cara por quien no merece ni humor, mucho menos amor, pero como siempre que se hace una historia se habla de un viejo… y de un niño.
Por eso, aunque no esté de moda al final de este su viaje por la vida, entre ustedes Ledifeleros, renegar del viejo, yo sí me considero la persona idónea para hacer una valoración sobre Ledifel, sea como sea: jineteando a caballo o a unicornio, como merece todo delirio o bajo el arco del sol en mi lucha desarmada en pos de mi Blancanieves, pero no podré, como tú, en pocas palabras decir lo que pienso porque primero tendré que analizar las tuyas, Sibilino, para entender cómo es que aún no comprendes que hoy tu deber es destapar el error, que hoy tu deber es alzar una nueva bandera, sumarte a la plaza y protestar tanto mal.
Entonces, por eso,...SIGUE
déjame explicarte que mi alma también creció silenciosa y normal hasta cuando cumplí cinco años porque crecía yo en mi pueblo natal, anhelando lo nuevo y lo extraño. Y ambos vinieron, en un escape mortal en medio del mar. Por eso yo sí sé que un cadáver es la flor inicial y que sí hay maravilla de amor en la pupila del muerto, sobre todo cuando es un niño de apenas quince años. Dime trocador Sibilino, ¿no fue acaso ese niño que huía del ejército impuesto de Ledifel, un mártir también? ¿Acaso sus ojos de cadáver joven no flotaron eternos, como prisioneros de un ventarrón, y no se acurrucaron entre las rendijas del bote, buscando calor porque su libertad ya no pudo obtener?
Ay, Sibilino, y yo que hasta te pensaba poeta, ahora vas y dices que Ledifel es heredero directo de todos los grandes próceres latinoamericanos; y yo te digo que no. Un prócer (si próceres existieran, como ese tu azulado unicornio) jamás se pararía al lado de un dictador, de un tirano, de un opresor. Esa persona respetable, elevada y de la más alta distinción moral que sería un prócer, escogería, sabes, caminar al lado de otro tipo que no fuera el odio, defender otra lucha armada en nombre de verdaderas independencias, no de esa comunal enormidad patriótica, como dices que es Latinoamérica, una sola patria. ¿De quién, a ver, de quién sería esa unión tan patriotera, y quién, dime, quién soñó desde niño con ser su caudillo? Ay, Sibilino, que no te escuchen esos guerreros araucanos, aztecas, incas, esos negros esclavos de los colonizadores mencionarlos en el mismo vaho que el vocablo Ledifel, traidor máximo si alguna vez lo hubo entre todos los cubanos, que de nuestra pérdida moral ha amasado sus riquezas, quien a todos nos ha explotado (incluso a ti, trocador, incluso a ti), capitán olvidadizo de sus crímenes en toda la extensión latinoamericana, siempre en pos de la conquista y la guerra forzada de fuego y acero. Ese tu Ledifel, te lo aseguro yo, es un resumen de todo lo odiado por el latinoamericano común; no, espera, por todo ser humano libre y sin complejos, responsable e universal, quien sabe que no siempre al imperio se le puede culpar. Y anda tú, trocador de la hermandad latinoamericana, ve y pregúntale a un hermano cubano, a uno de esos a los que mandas callar en tus conciertos, en qué camino de su pueblo crece la hierba porque hoy no vino nadie a su contienda; o qué puente estará roto porque otra mano hastiada se crispó otro poco, y anda, pregunta qué ciudad, además de la capital, tendrá un color marchito porque embellecerla el líder no lo dejó escrito. Anda, pregúntales que dónde cavarán su refugio, mis hermanos. Y no te olvides, además, preguntar a tus hijos y sus amigos si es que su sueño tiene hambre de una palabra y de una libre expresión en vez de una gota más de sangre. Y por todas sus respuestas, te lo adelanto, tu Ledifel es tan certeramente ¡calumniado!, dices. Sí, por eso y más es odiado también.
Ay, Sibilino, como tanto desafinas con tu repentina e imprudente cantaleta cumpleañera… me obligas a decir cosas que son del mañana. Tú bien sabes que lo que hoy es un secreto, mañana se abrirá a la luz. Abracadabra. Una nación, por despecho o por placer, enterró en su jardín un coco seco mojado en carmín. Luego un sinrival, narcotraficando el mal, la escupió con ron y alfilereó su isleño corazón. Por eso, no es incredulidad lo que me causa tu agasajo guatacón a Ledifel, era de esperar con tu historial… pero es que ya he visto tanto. Y sabes, para mí Ledifel es más que un espanto: es el desmadre de esa fantasía que llamas patria, su gran monstruo, su más ínfimo cuatrero, entre tantos pistoleros y “heroicos” guerrilleros, ya no solo de Latinoamérica, sino del Mundo… en el orden numérico que prefieras. Ay, trocador, ¿cómo no ves que no hay patria, que apenas hay país y semental no hace falta para recrear tan horrible realidad? Calla, pues, trocador, calla y no busques paternidad para un fracaso así, en el que nuestros hijos y nietos vivirán.
Ay, pero sigues, y dices, Sibilino, que tu héroe es un hombre, ¡además! Tremendo el peso sin valor de esas palabras, trocador, tremendo. Recuerda que tú mismo dijiste que “la cobardía es asunto de los hombres…”. Entonces, ¿por qué al “hombre” marcar, por qué, si éste jugaba a Dios con tiza, pizarrón y escuela, siendo él siempre ganador? Ay, pero continúas, tan necio… y dices que por ser hombre (“macho”, infiero) tiene él todas las cosas que “podemos tener los hombres”. Pausa. Nosotros. Pienso. Podemos. Es cierto que tú te crees feliz, “bufón” te dijeras un día, porque te crees gigante, en un país “libre”, además, y a tu hombre le asignas lo que tú ansías… tal vez. ¿Poder absoluto de un precoz y alegre falo con risueños testículos en tus sueños con serpientes, en tus pequeñísimas serenatas diurnas por una playa en girones que sólo es y será una bahía de cochinos más? Ah, y muchas mujeres cubanas perdidas al óleo, no, al oleaje… con sombrero de puta, a vuestro hombruno antojo, por doquier, intuyo. Ah, pero dime, trocador… ¿aún no has resuelto el misterio de tus desaparecidas damas africanas? Aquellas que metiste en un cartucho… se desvanecieron, cantabas; no son como esas otras, vestidas de blanco que al pie de la tumba han obligado, a tu Ledifel militar, a reinventarse benigno, a cuadros y en pantuflas paternales ante la opinión mundial.
Ay, Sibilino, no cesas, no cesas… pero ya que haces hincapié y repites que “pues ES hombre”, déjame añadir entonces que ES, por encima de todo, un hombre mortal, a pesar de ser demonio y ególatra machista, bien lo sabes tú, que se hizo viejo queriendo ir lejos con su corta visión, que se hizo viejo queriendo ir lejos adonde no llegó en medio siglo de ruinas y lluvia gris entre tanto sol. Por eso, le debemos, sabes, solo la mayor falta de respeto, un enorme desprecio y cero gratitud histórica por haber hundido un país, que no, no era ideal, que no tenía una sociedad perfecta, pero que era el nuestro, amplio, pobre, pero nuestro de todos… ése que hoy pareciera ser de él y de los Ledifeleros como tú, trocador.
Espera, Sibilino, no te vayas, no me cierres mi ventana de opinión… que a pesar de mi voz contraria, “yo vengo a compartir esa lluvia de tu casa… yo vengo a continuar con sangre nuestra raza, porque… si el que te mata me mata, si el que te pega me da, el que te despoja saca de mi vergüenza … Unidad”. Lo dijiste tú, no yo. Venga, hombre, venga, sé parte de la solución y salte del problema, que sabes bien que en nuestras esquinas distantes, a nuestra edad, ambos nos estamos preguntamos que dónde cavaremos nuestra única salvación. Y tú lo has dicho, trocador, que para llegar al cielo, “lo que yo necesito son dos ojos nuevos para ver. ¡Ay! para ver”.
Anda dale… poeta que tal vez un día fuiste, ve y mírate al espejo, otra vez.
No comments:
Post a Comment