1.27.2011

deuda y pagaré


hoy, en Penúltimos días, blog de asuntos cubanos

un texto de © om ulloa

(a propósito de que, entre los que van y los que no van, trillamos en vano nuestro círculo vicioso que ni sendero ni puente apenas se alza, espolvoreado de tanta esclavitud sentimental como de ira melancólica…)

hace tal vez dos o tres años —quién sabe, el tiempo se acumula en pilas varias y los detalles se pierden en categorías mixtas— me encontré a un joven (treinta y pico) en una fiesta “de cubanos”. el dueño de la casa visita Cuba dos o tres veces al año. reside en mi ciudad del norte y dice que va allá a ver a su familia y a gozar la isla, añade con una sonrisa. lo miro con envidia sana —yo siempre he querido “gozar” la isla; es mi gran sueño. la familia que allá tengo no la conozco y no me hala ningún cordón ni senti-miento que no sea el de conocer el lugar donde nací. por eso me medio-mortifica el tono desenfadado con que el anfitrión dice algo que para él es tan simple y que para mí, sin embargo, ha sido lo más difícil de toda una vida. varias veces he escuchado al anfitrión decir que tiene la “opción” de vivir allá o aquí, pero que prefiere hacerlo acá. esa “opción” lo explica todo. yo nunca tuve opción en lo que siempre fue sin duda un “exilio”, el de mis padres y el mío como consecuencia inevitable de mi respeto hacia ellos. casado con una extranjera, el anfitrión logró viajar el mundo antes de tomar su “decisión” de quedarse a vivir acá. me ha contado que a su madre, quien ocupara cargo importante en el desgobierno, le dio algo-así-como-un “ochún con chancleta de palo” cuando se lo comunicó, pero que hoy la señora agradece tenerlo “fuera del juego”. no le pregunto por qué, pero me lo imagino.

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en medio de la fiesta, el sobrino adolescente de la esposa del anfitrión se apareció con una camiseta roja del Ché y un crucifijo en el pecho. llenó un plato de comida y desapareció hasta un par de horas después, cuando varios de los invitados empezaron a cantar canciones de Silvio y Pablo y él se les unió, sabiéndoselas todas. entonces me fui a la ventana a ver nevar y a aspirar profundamente mi tubito de eucalipto, adicta que soy. el anfitrión me cae bien, es un tipo que aparenta ser noble y cariñoso, que se medio-burla del desgobierno cubano pero también lo medio-defiende. tal vez porque su infancia, su juventud y su familia viven allá y negar todo eso equivale a negarse a sí mismo, siempre pienso en estos casos. cada vez que me ve por ahí me saluda efusivamente. nos reímos, nos besamos, nos palmeamos la espalda… “oyeee matanceraaa”… “oyeee habanerooo” y seguimos siendo medio-amigos, por eso me invitó a su fiesta “de cubanos”. éramos unos veinte y yo sólo conocía a dos o tres. el joven invitado que mencioné al principio parecía serio y tímido cuando me preguntó que desde cuando yo vivía acá, en el imperio. me reí y le dije: “tú ni habías nacido” y noté que se fue alejando. a medida que bajaba el nivel del ron en la botella de HavanaClub, este joven se empezó a destapar. comenzó a bailar timba y a decirle en tono chacota a su esposa centroamericana que “ustedes no saben bailar ni pinga”. ella medio-sonrió, pero noté que se apartó y no bailó más con él. desde el sofá escuché al muchacho, cuya voz se empezaba a alzar más y más, decir que “Miami era tremenda mierda”. noté que mi pareja, más o menos de la misma edad del joven, de los idos del 94, estaba en el grupito que debatía “la cubanería mayamense”. vi que su rostro enrojecía y que me miraba como pidiendo ayuda. ignoré el S.O.S (• • • — — — • • •) porque evito situaciones donde sé que no voy a convencer a nadie ni nadie me va a convencer a mí. total, hay muchas Cubas; hay muchos Mayamis; hay muchos “exilios” y son demasiados los años de mentiras que otros ven como verdades y viceversa… total, así es la vida y Cuba no es mi vida, sólo una gran parte de ella.

seguí aspirando mi tubito de eucalipto y queriéndome ir para mi casa, pero la nieve afuera no cesaba y los frijoles en el fogón olían muy rico. me acerqué a darles el visto bueno. despedían el preciso aroma a ajo, a ají asado… mientras los revolvía, a mi espalda escuché al joven decir que él se había quedado en el país centroamericano de su esposa porque “en mi país” (como si no fuera el país de todos los allí presente, pensé), “la cosa está muy mala… la economía, tú sabe… pero etequetaquí se lo debe todo a la revolución”. sentí que algo me tiraba por el cuello, un inesperado y brusco halón que me sacó del olor frijolero y me puso cara a cara con el hombrecillo, que ahora se tambaleaba medio-borracho y desafiante ante mi pareja, quien mientas me halaba le había contestado secamente: “es verdad, se lo debes todo, como tener que vivir fuera de tu país para sobrevivir”. el hombrecillo la miró con ojos turbios y dijo que él iba cada vez que podía a ver a su familia, que los ayudaba con todo lo que necesitaban... mi pareja saltó veloz: “…y de-pascua-a-san-juan poder ver a tu familia —que apenas puede sobrevivir allí— también se lo debes a la revolución”. él ahora se golpeaba el pecho en esa clave de gestos “cubanos“ que significa “lo que YO digo es LA verdá”. el rostro de mi pareja ardía y ella también empezó a hacer gestos “en cubano” con la mano, tratando de espantar al hombrecillo. “oye asere, yo soy ingeniero y verdá aquí gano un sueldazo, pero ni pinga me hubieran pagado los estudios los yanqui como hizo la revolución y menos los viejos comepinga de Miami, asere, que se la pasan quemando disquitos y protestando y nadie les hace caso…”. aparté a mi pareja y lo miré casi con lástima mientras le ponía una mano en el pecho para que se sostuviera. “suave, niño, que entre esos viejos de Miami están mis padres, y aunque ellos no lo hagan, los que lo hacen tienen todo el derecho a protestar en contra de lo que les dé la gana, que para eso son libres y pueden hacerlo”, dije y le sujeté la cara. su esposa se había acercado y lo disculpaba que estaba bebido, pero no lo solté aunque deseaba hacerlo. le apreté las mejillas y sentí su vaho alcoholizado escapar hacia mí: “escucha, papito… tal vez Miami sea una mierda, pero si te fijas, ese mojón es cada vez más grande y próspero, abonado por el esfuerzo de generaciones de cubanos que eligen vivir allí. esos viejos les van a dejar Miami… a ti, ¿qué te dejó la revolución?”. el cubanecio intentó hablar, pero para mi inmensa sorpresa le cerré los labios con los dedos, an instant gag order if I ever saw one: “silencio, papito, que ahora me toca a mí. creo que tu olfato estaría de acuerdo que la mayamierda huele mucho mejor que la revomierda estancada, esa que te educó de gratis, pero que no te permitió pensar ni crecer como ser humano, esa que te hizo dejar atrás tu país… así que cuidao antes de juzgar e insultar a los que hoy viejos lo dejaron todo atrás cuando eran jóvenes como tú, porque lo hicieron hacia la nada a cambio de perderlo todo”. y ya, fuera de órbita seguí… con esto que me vino a la mente de una canción de Roberto Faz que a mi padre le encanta y tocaba a menudo: “tú eres como cachirulo… que quiere comer galleta y lo que le dan es pan duro…”. el hombrecillo por fin se soltó de mis manos y entonces me lo escupió: “y tú loquere tremenda gusana…”.

el anfitrión se acercó apenado y se llevó al borrachito. me guiñó un ojo susurrando la disculpa “…es que está muy tomado”. los otros invitados hablaban y sonreían incómodos. alguien lo dijo y me llegó de lejos: “¿y no es que aquí todos somos gusanos?”. mientras buscaba mi abrigo para irme me quedé con el asco que la palabreja me provoca revolviéndose en mi estómago, pero vi el rostro de mi madre y sonreí. mi madre joven, dando la cara a los que allá por los años sesenta (muchos de los que hoy son muy anti) nos insultaban con ese vocablo, siempre sonreía con desdén y orgullo. mi madre, quien cada vez que le ponían el cartelito de “fidestatucasa” en la puerta lo quitaba y lo tiraba al piso, para que lo vieran los del CDR y los recién conversos de la cuadra; mi madre que nunca permitió que le dijeran “compañera”; mi madre que juró nunca volver; mi madre que morirá sin regresar; mi madre que cada vez que yo, niñata frágil, llegaba llorando porque me decían “gusana” en la escuela me sentaba en sus rodillas en el sillón de rejilla debajo de las arecas y mientras nos mecíamos me decía: “tú lo que eres es una mariposa libre y hermosa”. me despedí del anfitrión con un enfático “ni una fiesta de cubanos más”. él se disculpó otra vez y nos besamos en el aire. mi pareja y yo fuimos dejando huellas en la nieve, trillando sendero seguro hacia el carro. en el camino, por fin habló: “tú porque eres yuma fina, porque lo que soy yo ya le tenía preparado el garnatón con su pagaré educativo entre las uñas…”.

6 comments:

Miguel Iturralde said...

Me quito el sombrero y me inclino, este relato está fuera de liga. Lo nuestro es un bad karma... Prepárate, que esta entrada va a generar un mogollón de comentarios en PD ;-)

Cuídate,

MI

sonora y matancera said...

gracias, Miguel... un mogollOn no sE, pero bueno... que se lea y discuta es suficiente.

Enrisco said...

muy bueno la verdad. lo lei con tremendo gusto, como todo lo tuyo. escribes en un cubano sabrosisimo, de los que da envidia (de la sana). me imagino que ya te lo han dicho pero esta es mi primera vez y no por falta de ganas.

sonora y matancera said...

gracias, Enrisco, por tu visita y comentario. tú no te quedas atrás, en lo de sabroescritura cubana. visito tu blog con frecuencia y me gusta la música que cuelgas. saludos.

Eufrates del Valle said...

Si cocina como escribe, compro un ticket a Chicago... LOL!

Felicidades!

Anonymous said...

gracias, Eufrates...