Soy un criminal. Además, soy artista. ¿Cuánto se habrán sorprendido aquellas personas, que no se cansaban de admirar mis obras de arte, cuando se enteraron de ese repugnante delito que me mandó finalmente a la cárcel? Si se hubiera tratado de un crimen relacionado con asuntos amorosos, seguro que les habría merecido un poco de compasión, pero quedé desacreditado por completo y sin esperanza alguna de inspirar sentimientos bondadosos, ya que se trataba de una simple y vulgar estafa de dinero. Incluso las últimas dos o tres amistades que me quedaban, sin dejar de estimarme hasta el último minuto, me abandonaron con justa razón a partir de aquel escándalo. Mejor dicho, me abandoné a mí mismo. Me maldije diciéndome: “¡Qué estupidez y qué descaro! ¡Qué tontería cometí a cambio de conseguir unos miserables centavos! ¿Y todavía sigues declarándote artista después de todo esto? ¿No te da vergüenza responder con un acto tan mezquino a la gente que te consideró como un artista genial, poco frecuente en esta época moderna, y que te permitió sentirte orgulloso de tu vocación?”
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Biblioteca Ignoria - Junichiro Tanizaki: El criminal
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