anaranjado 5.29.13
© om ulloa
@ t u m i a m i b l o g
me gustan todos los colores, es la respuesta rápida a la pregunta simplona y fácil que seguirá a otras de igual profundidad. la niña es linda y le sigo la corriente, superficial que soy. sé que no hay peligro, que no me va a preguntar sobre la esencia y el abismo, el aroma íntimo que lleva a favorecer un tono sobre otro, su pigmentación mágica que penetra cada pupila por desigual. sé que ella se va a esfumar con el último trago en medio de la bulla pública y su líquido rubio de nailon se evaporará de todas las superficies que hayamos tenido en común en este leve roce de casualidad.
pero si se atreviera, con esos dientecitos de herbívora que anhela la sangre del sacrificio, entonces habría que decirle —pau sa da men te— que el anaranjado, naranja su esencia, es, de todos los colores que tanto me gustan, uno de los que más me tiñen la vida. porque el naranja, anaranjado, es una explosión de menta verde casi albahaca y perejil esperanza sobre un fondo negro de cazuela teflón destino donde se cuece el tiempo, condimento principal del plato vitalicio al que hay que agregar los azules añiles de los intervalos marítimos y lavandas tenues orgasmos magentas de las flores marchitas que aspiraron al rojo pasión rosado pimentón ahumado casi canela carne quemada a punto de ebullición pegajosa en burbujas transparentes de blanco pavor en calor a fuego ardiente, naranja… anaranjado… habría que decirlo.
y habría que decirlo, no sé, cuando el gris de la vida empapa la vista con capa gruesa de lana y plumas leves de ceniza muerta. o cuando el marrón surge de la tierra opaco y seco desgarrando el desangre del injerto en el hueco donde termina el invento virtual de carne y hueso y comienza la verdad que no se atreve a decir su nombre. habría que decirlo también —pau sa da men te— cuando impera el blanco sinuoso de la niebla que acompañaría al sueño que nos hiciera creer en la paz, anaranjada paz puro zumo que corre dulce entre las pestañas que dicen nos soplan los ángeles muertos para tranquilizarnos la travesía al túnel que desembocará en lenguas naranjas entre sábanas que huelen a piel sudada entre hollejos y semillas, secos, restos lógicos de tanto exprimir el apretón del estrujón de esa presión fuerte de ese esfuerzo superior al ordinario… lo naranja de lo extraordinario explotando en astillas y centellas monocromáticas siendo lo que no son queriendo serlo. habría que decirlo, siempre, qué importa si de más: la jugosa realidad virtual en la que vivimos anaranjados o la esencia virtual de la realidad con la que nos coloreamos naranja el tránsito de lo que llamamos vida.
y mientras, la niña apuró el trago y se esfumó tal como estaba previsto sin yo apenas pestañear. pero el anaranjado, naranja su esencia, se quedó, queda —pau sa da men te en este movimiento.