el cambio huele a lluvia, me dije mirando el desgrane de gotas sobre las hojas de la planta de albahaca. acababa de leer las noticias de las liberaciones de presos en cuba. me sentía un toque feliz y salí a la terraza a ver la lluvia. y también dos toques útil de haber participado, desde aquí, del movimiento de protestas, marchas, griterías y bloguerías que, en conjunto con otros ingredientes, han conseguido este milagro. porque eso es lo que es. ay, milagritos, esas mentiritas religiosas que, bueno, hasta que no se comprueben no se pueden creer. y el cambio, tan elusivo, mientras, me va a seguir oliendo a lluvia... líquida y resbaladiza, fácil de evaporar... aunque tan necesaria como ese cambio cambiante... ansiado, esperado toda una vida...
quiero cambio y lluvia para que limpien ambos la suciedad acumulada en ese putrefacto arrecife caribeño, y que yo lo pueda ver ... a través de mi miopía y trifocales, no importa. sí, rezo casi como en una oración, me digo y río... abro la boca y me trago las gotas, contaminadas de alguna asquerosidad manufacturada, empaquetada, vendida, desechada al aire...
pero vuelvo y aspiro el olor a albahaca y humedad... verde que te quiero verde... miro las nubes cargadas de plata y pasa el momento, teñido de ese matiz irónico propio de milagros y religiosidad adquirida a través del dogma casi catecismo de un engaño que dura 51 años y una esperanza mojada a cambio de 52 vidas...
© omu
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