6.05.2015

perfuManías eXistenciales

van cayendo las prendas en las bolsas. la voz débil de lejos apenas se le escapa: "déjame unos cuantos pañuelos... sólo unos". aprieto los labios y me llevo un pañuelo al olfato. vetiver. guerlain. seco. cítrico. todo él. cierro los ojos y lo abrazo. lo siento, cálido y nos abrazamos en la densidad que ya nos separa. me sacudo en silencio, esquinada por las voces de todas partes. como antes, como siempre, se desgastan en la repetición... tienes que seguir. quedan por hacer trámites, papeles. consuelos. una y otra vez... todos de lejos y yo en el medio, una vez más, quemándome en la hoguera de las cenizas frías que otros dejan, detrás. ella me mira, encogida y triste. la beso, me besa. nos sabemos con el tiempo contado, y es como si alguien hubiera puesto en marcha el cronómetro, otra vez.

ay las noches tan eternas y silentes, y a veces llueve.
chirrean los motores de todos los equipos que nos sostienen, mojados. ruiditos eléctricos. zumbidos, gemidos y me quedo quieta, pensando en el mar, las olas. voy y me tiro a su lado, hasta que se duerme. insomne, luego repito mis pasos sobre las losas. y quién, quién me consuela a mí, me digo lastimera, tú tanhija desbaratada, tanamante ausente, tanamiga huraña, ya mujer vieja y sin embargo niña semihuérfana y aterrada. me toco el cuerpo tratando de convencerme de que puedo seguir, como quieren todos que siga, para no tener que seguir ellos, aquí. en esta densidad hueca del vacío, hundida en lo que queda después de la batalla en vano, perdida. y cada día, a ratos, poco a poco van cayendo las prendas en las bolsas, se trituran los papeles, se regalan cosas, se guardan otras. las voces a lo lejos hacen coro compasivo y otras brillan por su ausencia. aahh, el brillo opaco de la ausencia, que quiere decir olvido... jamás... 

y entonces los pañuelos, se los guardo. serán guardianes de aromas traidores. los que siempre atacan en los huecos de la vida, esos descensos múltiples a los furtivos momentos de felicidad, los que suceden sin uno darse cuenta. sólo luego, tarde, después te agarran y zarandean, recordándotelo todo por fugaz. guardándolos, los escondes para que ella, a solas, pueda olerlos a ratos y llorarlo. así ha de ser. torpe, me levanto en busca de... escondido entre cosas inútiles, el pañuelo de la mora que ya sólo huele a madera, apropiado de la gaveta donde habita. antes, mucho antes vivió enchumbado de chorros de obsession, aroma ochentoso escandaloso de la liz taylor, como ella pretendía serlo. me lo dejó un día la mora, en una de las muchas despedidas, sobre una almohada en nueva york. un pañuelito beige, con bordes de encaje, muy de ella. aromático, dulzón intenso recordatorio de los rincones de su cuello y mi rostro escondido allí, en su melena negra horas, sin poder dar la cara. me dio gracia, entonces, recoger el pañuelo y guardarlo, sin nunca decirle nada, ni siquiera agradecérselo. cómplices en el secreto, ella nunca me preguntó si lo había encontrado. y helo ahí, respirando en medio de mi desbaratado presente inquieto, abultado de recuerdos, objeto lleno de vida. ida. 

extiendo la mano. en la esquina los frascos. vidrio, cristal y transparencia. frío, envuelto en lo restante de una desteñida camiseta de mi época artsy --your body is a battleground; indeed it has been--, rozo uno. es el metálico que aquella me trajera de regalo culpable un día. aún contiene algo, descubro con sorpresa cuando lo sacudo. nunca lo usé, su líquido cítrico y potente de "agua fresca". y sin embargo lo guardé, aquí, en el trópico, lejos de mi vida, o eso creía. así, día a día se fue evaporando, entre distanciados olfateos y escondites varios. como todo lo demás. y sin embargo, el retazo de tela que envuelve el frasco aún emana el aroma. la esencia, me digo y sonrío la mueca agria que la distingue. las letras del nombre se han medio borrado, el metal está abollado, la tapa no abre, pero emana. tres décadas y aún proyecta lo fatídico de aquel día de verano en que lo abrí. lo aparto y mis dedos palpan una inesperada botellita de missoni. no me puedo creer que aún tenga --añejado a la trigésima potencia-- un poco de su contenido original. lo destapo y al inhalarlo, se me abre el piso y resbalo por la cuneta que lleva al pantano. sí, allí donde yace mi-yo-mío hecho trizas prematuras. bah. agarro los otros frascos, resistentes cáñamos que sobresalen del fango, me digo, apenas. los sostengo y los acaricio con los ojos cerrados, revivíendolos. qué exhaustiva noche ésta, y afuera llueve. 

en la frescura recién bañada del 4711 y de la colonia imperial, la maravilla densa del exótico khuskhus de la pelirroja, los vetivers que papi me regalaba, ya a medias --toma, huele. calidad clásica-- y la perenne e infantil colonia de violetas cubanas, sonrío. al final está el frasco que contiene la "concoction", única mezcla de todos esos aromas inolvidables. la hice un día, sin medida, y resultó magnífica, triunfante esenciamía evocadora. pasajera, porque la guardé. ahí la escondí, difunta huella. me río y cierro la gaveta. hay que seguir. y cuántas veces he seguido, salido del pantano, volado encima con estas olorosas alas de pajarraca indomable. cuántas, ya pierdo la cuenta. cuántas, cierto. pero es que ya me duelen las alas. y no me sostengo, y me acurruco al cuerpo de mi madre mientras en las oscuridad escucho el tic-tac de su corazón en conteo regresivo.


2 comments:

Anonymous said...

Siento mucho tu pérdida. Si tienes que seguir aunque sea difícil. No olfatees mucho en esa gaveta.

Anonymous said...

So sorry. Xxoo