1.17.2014

asesinoENascuas

mi amor por los libros, y todo objeto encuadernado, comenzó con el tacto. el dedo sobre el papel, rozándolo, levantando la tinta de las malas impresiones cubanas de los 60, sobre todo si la huella digital fuera mojada antes... placer indescifrable. pasar por la calle del medio y aspirar el olor de la imprenta donde me encuadernaban las flacas libretas, allí donde se hacían gordas y voluptuosas las hojas amontonadas, zurcidas, unidas a la fuerza en el coito de papel, hilo y goma. deleite total. en la oscuridad, debajo del mosquitero, en el cuarto que daba al patio de las arecas, jugaba a escribir letras sobre las hojas. antes de hacerlo cerraba los ojos, apretándolos para ver los destellos móviles, una claridad espectacular en medio de la noche queda. levantaba los brazos y rozaba el mosquitero, áspero y cuadriculado a la infinita milésima imposible. lo tactaba con lentitud para disfrutar el arañazo y luego empezaba a articular las muñecas y las manos en gesto circular. y de pronto la a con rabito, suculenta en su redondez, rodaba de lo alto a mi estómago, empinado para recibirla. plaff. de allí la recogía y la colocaba en la hoja de mi libro o libreta abierta con el roce de la uña del dedo índice. mientras lo hacía me imaginaba palabras que comenzaran con a. casi siempre ascua era la primera que se me ocurría. me llamaba la atención aquello de estar en ascuas.... me evocaba un lago sin olas, un asco sin tal... luego de rigor escribía asesino. a sesi no y disfrutaba al máximo las curvas de las eses y las subidas y bajadas de la ene, y el rotundo cerito de la o. a veces me animaba y escribía una oración entera: El asesino está en ascuas.... lo hacía varias veces, tratando de esmerar la caligrafía a ciegas. qué excitación tipográfica debajo de aquel mosquitero... entonces me venían a la mente los diarios castigos en el aula escolar, el humillante ir a la pizarra de los infelices que tenían que copiar miles de veces una larga oración sobre las malas conductas y la benigna revolución... condenados a grafiar letras de tiza, borrables, una y otra vez rallando sobre la pizarra y yo observando a la víctima de turno hacer aquel humillante papelazo delante de todos los demás, que con indiferencia total habían ya pasado la página... y les envidiaba aquel escribir de manera repetitiva como hacía yo en la soledad de mi cuarto, de noche húmeda, con las arecas meciéndose en el patio debajo de los maullidos de gatos tuertos y un libro de papel amarillento y grueso entre mis manos. pasar la página, una y otra vez y sentirme libre en aquella oscuridad como una letra cualquiera en el cuadrado que formaba el mosquitero sobre mi cabeza... donde mis manos escribían palabras como ascuas y asesino, una y otra vez.

© om ulloa

4 comments:

Anonymous said...

interesante

Anonymous said...

A s e s i n a de letras tu. Deja eso yaaaa.

Miguel Iturralde said...

Ya para el '64-'66 un lápiz marca Mirado era un tesoro incalculable. Teníamos un tío político -el tío gallego- que era dueño de una "vidriera" -un estanquillo que vendía de todo- en la esquina de entrada al Palermo -creo que así se llamaba el restorán- en Santos Suárez. Él conservó en su inventario numerosas cajitas de lápices Mirado para consumo exclusivo de sus sobrinos. Era como recibir hoy en día un Xbox.

¿Recuerdas las libretas de hojas que le decían de "bagazo"? Si te equivocabas en una cuenta y tenías que borrar, adiós página.

Saludos.

sonora y matancera said...

claro que sí, Miguel, aquellas libretas de bagazo llenas de huequitos de eso, de borrar con aquellos borradores prietos que creo venían de checoslovaquia... antes de cada curso, como yo era muy bitonga, mi mamá siempre me llevaba a la imprenta para que me encuadernaran aquellas libretas flacas y me las devolvías gordas, ricas para escribir en ellas. entrar en aquella imprenta era para mí un orgasmo infantil, de esos placeres de niñez que no sabes identificar hasta mucho después. saludos, Miguel, como siempre, gracias por tus visitas.