6.18.2009

la semejanza es poca, pero suficiente

Zingiberaceae-AntorchaRosa-PinkTorchGinger

hace unos 20 años, cuando vivía en nueva york, conocí a un iraní ..., ay...disculpa mac... a un persa, bello, majestuoso y estupenda persona. trabajábamos juntos en una aventura entre amigos que se convirtió en un negocio que terminó mal entre amigos.

mac, que así se hacía llamar como diminutivo a su nombre persa, nunca iraní ya que él no se calificaba como tal, sabía más del producto que vendíamos que cualquiera de nosotros los socios, por eso fue contratado como administrador del mismo. las flores eran su pasión y las tocaba con tal sensualidad y cariño que yo siempre lo espiaba con envidia de ser flor en ese momento. en realidad mac dirigía el negocio y nosotros, un americano "MBA wasp", un puertoriqueño "MBA heredero de una gran fortuna", una judía-americana "MBA heredera de un gran ego" y una cubana "MA escritora-editora-artista heredera de nada", pero aventurera para los negocios, lo seguíamos siempre con la lengua afuera, bajo sus órdenes y aprendiendo de él. éramos jóvenes, incansables y nueva york a las cinco de la mañana en pleno mercado de las flores era una maravilla, fuera invierno o verano. nuestra adrenalina, a base de café cubano y sándwiches de huevo de la cafetería griega de la esquina, corría como el mismísimo rocío entre tantos pétalos caídos al piso. día a día, codo con codo fuimos un equipo formidable mientras la aventura duró, mucho menos que el aroma floral que nos envolvía cada madrugada.

mac era bello de corazón y en su físico, uno de esos hombres hermosos de su tierra, trigueños de tez y de pelo negrísimo, ojos negros y brillantes y una sonrisa entre tímida y descarada que tenía a todos los clientes, en su mayoría seres de sexualidad flexible, y muchísimas rubipálidas dispuestas suspirando ali-babas en el aire. mac y su hermana habían venido a estados unidos con becas universitarias justo antes de la revolución islámica iraní, pero sus padres, de clase media, se habían quedado. con el tiempo se les vencieron las visas de estudiantes y ambos se casaron con americanos para quedarse en este país, como hacen tantos otros inmigrantes. mac se casó con una negra americana flaca y demasiado extravagante para él, pero con el tiempo se habían acoplado y a los ojos del mundo era un hombre casado aunque se resbalara de vez en cuando. sentía gran atracción por las mujeres latinas con pechos abundantes, mac me confesaba sonriendo y mirando los míos. todo lo contrario a su esposa, claro, aunque a veces coqueteara inexplicablemente con alguna rubia flaca y huesuda.

a mac no le gustaba hablar de política y mucho menos de lo que había sucedido en Persia, como siempre se refería él a su país con gran orgullo, después de la revolución islámica. le parecía horroroso el trato a la mujer bajo ese tipo de gobierno y con frecuencia se deprimía pensando en su madre allá, tan lejos. muchas veces él y yo íbamos juntos a comer después del trabajo. le encantaba la comida cubana que compartíamos en una fonda llamada Havana Chelsea, en la 8 avenida por la 19 calle, muy cerca de hell´s kitchen y de la terminal de guaguas port authority, cerca de times square cuando aún era el verdadero imperio del pecado. en aquella fonda siempre nos atendía una señora chinacubana a quien le llevábamos flores todos los viernes. la china se volvía loca con sus flores y nos daba besos y descuentos. a mac le decía "mi árabe santo" y lo toqueteaba todo lo que le daba la gana. a mí me decía "la cubanita rara", sabrá dios por qué. según mac, la comida cubana se parecía mucho a la persa, cosa que yo le discutía rogándole que me mostrara dónde veía él una berenjena en el menú. para convencerme me llevó a mi primer auténtico restaurante persa, donde le pedí que me mostrara dónde estaba el "congrí". bueno, la semejanza es poca, pero suficiente, me contestó muy serio apretándome una mano.

y tenía razón. igual sucedía con nosotros, que éramos seres muy distintos y a la vez casi iguales. veníamos de lugares lejanos, con culturas opuestas a cuestas que nos pesaban demasiado a veces, pero con algo en común que nos dolía por igual. ambos
éramos exiliados políticos, productos de revoluciones que lo que habían revolucionado en nuestras vidas era un cambio total de destinos. tal vez por esa época mac añoraba su destino persa de joven de buena familia más de lo que yo añoraba el mío cubano de igual calibre, no sé. él se fue adulto de su país, yo me fui de niña. él tomó esa decisión, yo no. él tenía mucho pasado entre sus pobladas cejas negras que le hablaban en farsi. a mí el sonido de una voz "en cubano" siempre me arrastraba a la cueva. pero los dos nos sentíamos siempre como raras orquídeas en medio de la jungla humana de nueva york. nos buscábamos por esa razón, para darnos un falso consuelo. cuando me fui de nueva york lo extrañé mucho, a mac el persa. nunca lo volví a ver, a pesar de buscarlo en otras visitas que hice a esa ciudad. tal vez regresó, pensé entonces, aunque Persia haya desaparecido para siempre...

en estos días he pensado mucho en mac y su sonrisa de niño pícaro. espero que en algún lugar, aquí o allá, esté observando o viviendo todo esto que pasa en su país con ojos maduros, pero ilusionados. ojalá, se lo deseo de todo corazón y con la misma envidia con que lo observaba acariciar las flores mientras las organizaba en los cubos... no, miento... se lo deseo con mucha más envidia porque, en este momento histórico, los persas como mac se están portando como yo quisiera que se portaran los cubanos que
tal vez no tienen mucho que ver conmigo, pero que son los mismos que me acompañan en el fondo de esta cueva adonde siempre me arrastra lo "cubano" al final de todo.